lunes, 22 de agosto de 2016

La inspiración de Javier Jiménez con una corrida buena de Bañuelos

Corrida de toros de Antonio Bañuelos para David Galván, Emilio Huertas (confirma alternativa) y Javier Jiménez.
  
   ¡Ay lo bien que lo podríamos pasar los aficionados de Madrid y alrededores a poco que la empresa pusiera un poco de empeño! Con lo bonito que es ir a los toros domingo a domingo y que pudiéramos disfrutar de una temporada basada en los méritos, en la rivalidad y en los jóvenes que se comen el mundo. ¿Si todas las plazas fueran de feria quién se ocuparía de poner toreros en el disparadero? No hablamos de la quimera de llenar la plaza cada siete días, pero sí de llevar más aficionados, con más peso entre tanto turista y aficionado de autobús. Como dijo un día Choperita: "A lo mejor meter cinco o seis mil personas un domingo de temporada no es un fracaso". Y claro que no lo es, solo pedimos compensar un poco más la balanza, queremos ambiente fetén, que el aficionado de Madrid reconozca su plaza los festejos de temporada y no sienta desazón contemplando lo que un día fue y lo que es. Sin embargo el empresario el único amor que prodiga es el del vil metal, alejado de cualquier romanticismo de lo que pudo ser y significar la plaza de Las Ventas, no digamos la fiesta taurina en la ciudad de Madrid. ¿Si un mes de toros sustenta el resto de la temporada porque ha de trabajar en ésta el empresario? El romanticismo se topa de bruces con el realismo, la producción industrial de un San Isidro exprimido y extendido hasta el empacho, la ley del máximo resultado con el mínimo esfuerzo. Urge un Gallito del empresariado taurino, uno con verguenza torera para enfrentarse a todo tipo de toros, no solo al facilón y noblote Sanisidro; esos de ANOET que sacan una nota dejando entrever que sobra la temporada, que ellos saben lo que demanda el público -maldita expresión- y que el nuevo pliego no se ajusta a la realidad cultural de la fiesta -risas-, esos no nos representan.

   Hablo de este tema porque ayer vivimos una tarde muy agradable en Las Ventas que bien podría ser representativa de lo que trato de exponer, y no se crean que no había aficionados porque los había y muy buenos. Al ocupar mi localidad, antes del paseíllo, vi a un señor saltando de fila en fila, dirigiéndose entusiasmado al sitio que ocupaba un conocido, diciéndole: "Qué, viste a Eugenio de Mora. Desde Chenel no he visto a ninguno presentar la muleta tan plana, buenísimo, ¡así se presenta la muleta!". Estas conversaciones, por muchas plazas que uno visita, solo se escuchan en Las Ventas. Claro que para ver buenas tardes de toros como la de ayer, permítanme la obviedad, hacen falta toros, y aquí es donde vamos a ir entrando en harina. 

   Antonio Bañuelos, al que tenía estigmatizado por la birria de corrida que echó en Bilbao para su debut, se quitó todos los males de un plumazo. Un encierro que metía miedo de salida, rematado de pitón a rabo, igualado de hechuras, oscilando en los 70 kilos de margen. Cinqueño. Únicamente bajó el segundo, más recortado que sus hermanos pero el más bravo de la tarde; tomen nota: Arabesco. Cuatro toros embistieron y ofrecieron posibilidades de triunfo pero no nos engañemos, señor Bañuelos, la corrida no ha sido para sacar a saludar al mayoral, por muy entusiasmado que estuviera el personal. Las peleas en los caballos, salvando el segundo toro, fueron mediocres, predominando el que se deja pegar sin celo, el que se repucha y el que sale sueltecito. En descargo de mi plaza y su afición, que tantos palos se lleva de los que ven los toros por la tele con pijama y palomitas, hay que decir que lo mismo te saca al mayoral por una corrida brava en el caballo tremendamente complicada en la muleta, véase el encierro de Cuadri en 2012, que por una corrida inédita en varas y propicia en el último tercio. A Madrid le cabe todo, bendita afición.

   Vamos toro a toro. El de la confirmación de Huertas, Subastador, que era largo como una mañana sin almuerzo, lo recibió intercalando alguna chicuelina, a todo punto contraproducente a esas alturas de la lidia, como hacen las figuras con los toros-bonsái en plazas de provincia, costándole un disgusto a más de uno. Sale suelto de la primera vara y cabecea en la segunda. En el capote de José Otero, o gracias a él, se ve que el morlaco tiene buen galope. Huertas lo ve y le da distancia generosa varias tandas, dejando que se venga de largo, cosa que se agradece y que apuntamos positivamente porque también lo hizo con el otro toro. Aprovechando las inercias y el galope alegre de Subastador intercaló algunas tandas limpias con otras de banderazos, mandándolo al otro barrio de una estocada corta en los bajos y otra un poco pasada. 

    Sale Arabesco con mucho celo y pegajoso, haciendo pasar apuros a Galván. Coge un primer puyazo entrando muy fuerte en jurisdicción y sale mirando continuamente al montado; Galvan lo deja largo y rápidamente se arranca, entrando decidido y haciendo buena pelea. Continúa mirando al caballo pero Juan José Esquivel se marcha entre aplausos sin que viéramos otra entrada. Midió el astado en banderillas, haciendo pasar apuros a los de plata. Miguel Ángel Sánchez marró un par clavando a la atmósfera pero le vimos clavar con una finura inusual, dejando los palos con delicadeza como hicieran los toreros de la dinastía Bienvenida, disculpen el atrevimiento. Qué toro Arabesco, como viera un hueco, como no se le llevara dominado... Galván se llevó un recadito por el derecho y coladas por ambos pitones. Se equivocó en el planteamiento, encimándolo de primeras y sin tiempo apenas entre tanda y tanda, amontonándose por momentos. Lo puso más arisco todavía. Quería torear bien y componiendo desde el principio y nunca se dio cuenta que era un toro de los que primero hay que lidiar, someter, para después torear. Dejó algunos naturales de frente, sin ligazón, de mucho peso, y mató de un pinchazo y una estocada caída del lado contrario. Arabesco fue un gran toro que pasará desapercibido, la faena no fue lucida y no hubo una tercera vara que con toda seguridad hubiera tomado de buena gana.

Arabesco nº 89, 490 kilos

Galván al natural con Arabesco

  El tercero mansea a toriles de salida, también en el caballo saliendo suelto y peleando a regañadientes. Lo bregan aseado y hace aparición Javier Jiménez, cuya actitud en esos primeros muletazos trasluce seguridad en sí mismo, confianza y clarividencia. Una constante toda la tarde. Fueron tres tandas por la derecha y dos por la izquierda en tono brillante y armónico todas ellas, sin llegar a la excelencia. Midió con inteligencia la faena y entró bien a matar dejando una estocada rinconera.

  El cuarto fue probablemente el más serio de la corrida, un señor toro. También el de peor juego, no quiso pelear en varas y salió descastado, pegando cabezazos con la cara por la nubes, con escasa fuerza. Galván fue arrollado de salida cuando se lo sacaba a los medios, estuvo muy bien en un quite por chicuelinas y otro por delantales pero de salida pasó apuros en ambos. Se pasó de faena y el trasteo no tuvo ninguna historia. De nuevo destacó Miguel Ángel Sánchez bregando magníficamente.

  En quinto lugar otro toro de pavorosa seriedad, esta vez de pelo colorado, bautizado con el nombre de Obrador. Otro ejemplar que pelea sin celo y sale sueltecito de la caballería. En banderillas José Otero puso un par memorable, dejándose llegar el toro, casi en los medios, clavando en la cara de poder a poder. Nunca fallan los hermanos Otero, banderilleros valientes y poderosos donde los haya. En la faena de muleta Huertas dio distancias nuevamente, toreando mecánico, pero en la tercera tanda se vio como amainaba el toro. El torero tiró de repertorio populista antes de dejar una buena estocada en los rubios, sin soltar la muleta como se estila ahora, aunque haciendo la pantalla. El usía, señor Julio Martínez, denegó la oreja ampliamente solicitada por la misma razón que le regala una puerta grande a López Simón; él sabrá. 

  Para concluir uno de capa negra de nombre Aseñorado que en el segundo puyazo se desploma y no recibe castigo. Hubo un momento de duda pero finalmente la presidencia autorizó el cambió de tercio. Un solo puyazo para Aseñorado que se vino arriba en banderillas y embistió pastueño y templado en la muleta de Javier Jiménez. Comienza por la derecha nuevamente, por momentos ligando al estilo tiovivo; al natural le pega dos series, la última muy reunida y templada que termina de calentar la plaza. La estocada de Jiménez muy fea; deja media caída, tendida y trasera; que no es obice para que el público pida los trofeos fervorosamente. A Javier Jiménez hay que verlo, cuando un espada demuestra ese punto de seguridad y lucidez hay que ponerlo en los carteles, más aún con esa juventud porque puede haber torero.

Javier Jiménez, Puerta Grande

   En cuando al ganado y como resumen final: Dos embistiendo galopando, uno más pastueño, uno encastado que pedía los papeles, uno que se apaga muy pronto y otro descastado. Mansedumbre en los caballos y peleas mediocres. Esto nos recuerda a las ganaderías predilectas de las figuras de hogaño, solo que algunas ya ni embisten, pasan obedientemente y simplemente se mueven.

Miguel Ángel Sanchez pareando al segundo de la tarde

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