viernes, 10 de junio de 2016

Apoyo al Toro de la Vega (II)

   En El Norte de Castilla, el periodista Vidal Arranz publicó hace unos días una columna en la que apelaba al respeto a las minorías que se supone que propugna un sistema democrático así como la tradición. El artículo se llama Defender la tradición
      Se apela al conflicto entre el festejo tordesillano y la sensibilidad de nuestro tiempo. Como si la sensibilidad de los tiempos fuera garantía de virtud. Sin duda, quienes legislaron históricamente contra los homosexuales estaban conformes con el sentir de su época; como lo estaban los que defendían la esclavitud o la limitación del trabajo femenino; o quienes calificaban al arte de vanguardia como arte degenerado o quienes decidieron ponerles una cruz estigmatizante a los judíos.
      Todos ellos, en efecto, actuaban en sintonía con el sentir de su tiempo y envueltos en esa bandera atropellaron a aquellos que tenían unos gustos o preferencias minoritarios. Como hoy. El problema es que creíamos que la democracia era ser conscientes de esto, y respetar a las minorías, a todas, y en vez de eso nos encontramos con políticos y opinadores que proclaman que lo más moderno es imitar a Franco y volver a prohibir la fiesta.
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 Jorge Bustos, en El Mundo, nos dejó un artículo breve sobre el tema, Vacas indias en Castilla.
El Toro de la Vega es una mina analítica. Como toda manifestación genuinamente popular se puede abordar desde la política, el Derecho, la Etnografía, la estética y hasta desde el psicoanálisis. A mí no me interesa el festejo en sí, aunque opino que no puede asimilarse a la tauromaquia porque en ésta se entabla un duelo minuciosamente codificado ausente de la fiesta de Tordesillas, que más que un coso es un acoso. Me interesa la prohibición como síntoma, por lo que tiene de victoria -otra más- de las sensaciones sobre el raciocinio. Parece que ha ganado la civilización y hasta la democracia, cuando quien se ha impuesto aquí es el iusnaturalismo sobre el iuspositivismo. El mito edénico sobre la técnica del progreso, que nace precisamente con el dominio del animal por el hombre.



La prohibición de matar un toro bravo, frente a un hombre que gratuitamente se juega la vida, no lo olvidemos; no significa que nos haga mejores personas y nos convierta en una sociedad moderna. De ello habla muy bien este artículo del Ateneo Orson WellesLa sociedad avanzada.
 Se acaba de conocer el final del Toro de la Vega en Tordesillas. Una reliquia infecta del pasado que no puede sobrevivir en esta sociedad impoluta, como un estadio de Albert Speer. Una sociedad “avanzada” que ni Henry Ford hubiese soñado.
Ya nos sentimos más daneses; qué digo, más suecos. Nuestra economía está bombeando, las bibliotecas no dan de sí. Todo en instantes. La “gente” ha empezado a encontrar trabajo.
La destrucción de la naturaleza con los motores adulterados de la bienpensante Volkswagen o con los pedos de las vacas estabuladas (que al morir no hacen ruido ni casi manchan) pasa a un segundo plano. Siria, la leche que no es leche, el Amazonas. Todo pasa a un segundo plano.



Por último la carta que ha remitido el político británico, que ejerció de Ministro de Asuntos Exteriores, Lord Tristan Garel-Jones, creemos que a las Cortes de Castilla y León y también al Patronato del Toro de la Vega, web en donde se ha publicado. No tiene desperdicio.
 Escribo en nombre propio y como miembro del Club Taurino de Londres. Escribo con la esperanza de que puedan reconsiderar la prohibición del Toro de la Vega.
     Vivimos en un mundo cada vez más interconectado donde la lengua inglesa y la cultura que conlleva es cada vez más dominante. Como inglés esto no me molesta salvo que no quiero vivir en un mundo mono cultural. La única lengua/cultura que puede actuar de contra peso a esta tendencia es el español, la segunda lengua más hablada en el mundo libre.
     Una parte fundamental de la cultura hispana es la Fiesta de los Toros. Esto choca directamente con la cultura sajona donde el antropomorfismo (es decir la atribución de características humanas a los animales) es aceptado. De ahí que en el Reino Unido hay más entidades benéficas trabajando para animales que para niños necesitados.
     En la conversación cotidiana en Inglaterra apenas se usa la palabra "muerte". Se emplea cualquier eufemismo con tal de no mirarla a la cara. Por el contrario uno de las mensajes fundamentales de los Toros es que lo que hace a un ser humano equilibrado es la capacidad de mirar la muerte a la cara y caminar hacia ella con dignidad.
      Finalmente debo decir que el Tratado de Roma tiene un protocolo específico sobre el trato de animales. Termina diciendo - y cito -
"Respetando las provisiones administrativas y legislativas y las costumbres de los Estados Miembros con relación específica a ritos religiosos, tradición cultural y herencia histórica regional".
 La campaña antitaurina es un ejemplo más de cómo los valores sajones (que en muchos terrenos son muy valiosos) no deben imponerse sobre uno de los temas más valiosas de la cultura hispánica.
Espero que la Junta reconsidere este tema.
Respetuosamente, Tristán Garel-Jones.

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