domingo, 24 de agosto de 2014

Bañuelos de mermelada en Las Ventas

  Hoy fui a Madrid porque anunciaban toros. No hace mucho el mes de agosto venteño se poblaba de ganaderías de armas tomar, diferentes hierros y encastes se citaban los domingos veraniegos y hacían las delicias de los sufridos aficionados de temporada, los de domingo a domingo, que nada tienen que ver con los de las tardes de campanillas. De aquellos dangerous summer, como diría el gran Hemingway, salía lanzado más de un torero, y cogían un puñado de carteles para las numerosas ferias que hay en los meses de septiembre y octubre. De eso ya no queda nada. Ahora vas a los toros en agosto y te encuentras en franca minoría frente a los guiris venidos de todas partes del orbe, y lo que es peor, del toro ni rastro.

   La corrida de Bañuelos no fue tal, en primer lugar porque hubo tres toros chicos, con el remate justo y mediocre presencia: primero, tercero y sexto. Y en segundo lugar, y lo que es más importante, porque los toros no fueron toros. Fueron un sucedáneo. No se crean todos los piropos que leerán en los portales taurinos y periódicos varios, sin duda con este encierro se pondrán de acuerdo y rellenarán las crónicas con una cantidad ingente de adjetivos pedantes que uno no sabe si hablan de toros de lidia o de bailarinas de flamenco. Mientras no salga uno de casta y condición brava no hay problema, en ese caso se produce el desvarío total y se encuentra uno con una amalgama de calificativos de toda índole, a cuál más disparatado. Es hilarante cotejar las barbaridades que cuenta la crítica de hoy cuando aparece la bravura por el ruedo. 

  Después de estas disertaciones, como estaba contando, la corrida de Bañuelos ha sido terriblemente blanda, no recibió apenas un puyazo en regla y se anduvieron cayendo constantemente toda la tarde. Simulacro en los caballos con todos los toros. Una birria de corrida. Nobles rayando la beocia, obedientes y de buena condición. Quitando el tercero, aplomado y con algo de nervio, que rápidamente ahogó Serafín Marín. 

  Ricardo Torres confirmó la alternativa, al parecer nada tiene que ver con el insigne Bombita, torero valiente y muy querido por la afición de Madrid. No pasó ni un agobio, los toros eran de una condición tan sumamente noble que no planteaban ninguna exigencia. Tundió a pases a sus dos ejemplares, sin ton ni son. Leandro toreó de capa superiormente al segundo de la tarde, y también por naturales en dos tandas muy redondas. Por el pitón derecho toreó desmayado. Estocada honda que escupe el toro, aviso, un descabello y oreja para el esportón. El quinto, además de caerse constantemente, se rajó rápido y no hubo oportunidad de lucimiento. Serafín estuvo espeso con su primero, acortando distancias a las primeras de cambió. Al sexto le cortó la oreja después de una faena de altibajos, de escasa categoría, con las consabidas caídas del toro y una estocada baja entrando bien y perdiendo la muleta. Pero en Madrid no tenemos a Matías, como en Bilbao, y don Julio Martínez concedió el apéndice.

Leandro saludando al segundo de la tarde

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