sábado, 24 de mayo de 2014

Isidrada

  Segunda tarde consecutiva de figuras, y segundo lleno de reventón en los tendidos. "No hay billetes para hoy", qué bonita frase taurina, pero qué incómoda coyuntura en la Plaza de Madrid. En 3 años se han perdido 5000 abonados, así que 5000 "públicos" de aluvión hemos ganado en carteles de figuras como el de hoy, la mayoría con un nivel etílico vergonzante. El aficionado cabal, el crítico y escrutador aficionado de Las Ventas queda reducido a la nada. Algún valiente todavía se atreve a alzar la voz, pidiendo más compromiso, demandando, comunicándose con el torero, pero rápidamente es recriminado con insultos por voces de beodos enfurecidos, seguido por el aplauso y la risotada del resto. Para un día que vienen a los toros, nada ni nadie va impedir el triunfo, menos aún el atrevido aficionado que acude religiosamente a cada festejo, el que exige; porque algo bueno hay que contar a los amigotes y no se han emperifollado como pavos reales para salir de vacío del coso, sin las pelúas, de ninguna manera. El isidro siempre ha sido así, con la diferencia que ahora soportamos 5000 efectivos más. Casi nada. El aficionado se ha ido o sencillamente no lo hay, es un bien escaso y maltratado. Y esto, al sistema, parece ser que le agrada.

  Esta mañana, en el patio del desolladero, presencié con estupor cómo se descubría el azulejo "a la corrida más completa en presentación y bravura" del 2013, Victoriano del Río era el premiado. Una corrida en la que varios toros salieron pegando coces del caballo y uno de ellos mereció claramente una buena dosis de churrasco, o de las banderillas que lo sustituyen, por aquello de mantener calmados a los que se creen las películas de Walt Disney. Por la tarde observaba las reacciones del público, algunas ovaciones en el arrastre, y me preguntaba si esta corrida, que incluso se ha dejado pegar en el caballo, no sería merecedora de una estatua conmemorativa en la explanada de la plaza o algo por el estilo. Una cerámica va a ser poca cosa según está el nivel. Pero la realidad es que ha salido una corrida heterogénea de hechuras, edad y báscula; bien presentada en general, salvo un toro: el terciado que hacía segundo. Blandos, mansos, pastueños, dulces como el merengue y descastados.
  Primero devuelto por uno de Zalduendo, tremendamente manso y descastado, asustándose de su propia sombra; segundo blando, chochón y boyante; tercero blando, menos chochón, boyante y rajado; cuarto de arreones, brincos y cabezazos; quinto salió con brío, desangrado en varas y quedado en la muleta; y sexto manso, aplomado y bobalicón. Un corridón de toros, como se pueden imaginar.

En quinto lugar Jerezano, bella estampa


  Perera ha salido triunfador, los isidros necesitaban una víctima. La misma tauromaquia que siempre se ha rechazado en Las Ventas, exactamente la misma que se ha censurado severamente a Juli (de hecho yo dudada si era uno u otro el que estaba viendo triunfar), esa que deja la pierna atrás desde el primer cite, que retuerce el cuerpo antinaturalmente y lleva a los toros tirando líneas, es la que ha practicado Perera con el primero de su lote, un ejemplar almibarado y jabonoso. Muletazos largos, el toro cosido a la muleta, sí, pero, en qué lugar queda la ética y la estética, no hablemos ya de la naturalidad. La estocada, entrando con verdad, cayó muy pasada, y don Justó, el usía de turno, soltó con malas pulgas el pañuelo que concedía la segunda oreja, a todas luces indignado con los isidros
  Con el que cerró plaza, Perera, tras el clásico comienzo en los medios encadenando todo tipo de muletazos sin mover los pies -recuerdo un bonito cambio de mano seguido de uno de pecho- se ha pegado un arrimón, colocado entre los pitones, sintiendo los bufidos del animal y dando algunos muletazos mandones. No niego el mérito, tampoco la disposición, pero aquello, bajo los efluvios del humo del Cohiba a los isidros les pareció la séptima maravilla. Que vengan más días, se van a hartar de arrimones. Hay que decir que Perera lo remató de una fenomenal estocada.
  Tanto que ha despreciado a la afición de Madrid, o a cierto sector de la afición con declaraciones malsonantes, no creo que tenga queja el señor Perera, hoy lo han respetado como si fuera el mismísimo Marcial Lalanda.

  A Juli, tanto tiempo sin querer venir por aquí, lo he visto desorientado. No supo ni colocar los toros en suerte, puede ser la falta de costumbre, no es Julián un torero de Ceret precisamente. Ni tuvo lote para mostrar las maneras que Perera le ha plagiado, aunque al torero de San Blas sí se las hubieran censurado. Tampoco vimos ese poderío muletero con el que nos machacan sus panegíricos insistentemente, yo pensaba que iba a corregir el cabeceo del arisco cuarto, pero no. A este bicho lo mató de dos horrorosos julipies, uno detrás de otro, a los isidros les gustó aquello, batieron palmas con alegría.

  A media altura hubo de torear Manzanares al renqueante tercero. Yo le vi despegado y con ese peculiar estilo que no sabe uno dónde empieza el muletazo y dónde acaba. Los isidros estaban encantados. Imposible sacar nada del bonito y bien rematado castaño, por mucho brío que tuviera pocos animales aguantan la lanzada que le arreó "Chocolate" en el espinazo cuando el toro se le vino al galope desde el parquímetro situado en la división de los tendidos 6 y 7.

  Dos días de isidros y no se imaginan cómo echo de menos una tarde con los habituales, o una de esas con los "demagogos" toristas que acuden desde todos los puntos de España y del mundo entero.

  Epílogo: No hay más que ver las condiciones en las que los isidros han sacado a Perera por la Puerta Grande de Madrid para entender todo lo que les he contado; parecía el Cristo de la Buena Muerte.

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