miércoles, 2 de enero de 2013

Cogida, causas y muerte de Paquiro

  Francisco Montes "Paquiro", la revolución necesaria. Datos biográficos; por Rafael Cabrera Bonet; del Aula de Tauromaquia III, Universidad San Pablo-CEU, curso académico 2003/2004.
 
Francisco Montes, 1805-1851
 
 
  Al dar el tercer pase de muleta al primer toro que se lidiaba en la corrida 16, el día 21 de julio de 1850, enganchó el bicho al diestro por la pantorrilla izquierda, arrastrándole como unas seis varas, haciéndole algunas contusiones en la cabeza y pecho. Tuvo lugar esta desgracia entre los tablones 4ª y 6ª partiendo de la puerta de caballos a la llamada de alguaciles. El toro pertenecía a la ganadería de D. Manuel de la Torre y Rauri; se llamaba Rumbón, de pelo retinto, de algunas libras. Había llevado tres pares y medio de banderillas de fuego. Después de la cogida de Montes tuvo que matarlo Redondo, quien tras de un pase al natural y otro de pecho le dio una soberbia estocada. (Ramón Medel).
 
  Vimos a la hora de las cinco, que era la marcada, romper plaza al toro llamado Rumbón, de edad de siete años, pelo retinto y bien puesto; nada bueno fue por cierto el bicho, pues aun cuando su presencia y salida indicaban algo de provecho, nos quedamos con nuestras ilusiones, no haciendo más que tomar dos varas de Gallardo y otras tantas de José Muñoz, sin ser posible que pasara adelante su valor, y claro es, que el Presidente dispuso castigarlo con banderillas de fuego, clavándosele tres pares y medio. Llegó a la muerte, y no parece sino que nuestro querido Montes tenía algún fatal presentimiento, pues aunque le vimos marchar a la fiera con aquella arrogancia propia de un veterano que en más de cien combates se ha llevado la palma de su valor y pericia, sin embargo, su paso era lento. El toro se había hecho de un sentido extraordinario, y arrancaba fuera de su terreno, haciendo más por el bulto que por los capotes, y adquiriendo cada vez más querencia a las tablas: en este estado el maestro le dio un pase al natural, y otro muy rápido de pecho (de defensa), quedándose bien corto y parado para el segundo al natural, que al dárselo lo enganchó el animal por la parte superior de la pantorrilla izquierda junto al atadero de la liga, de cuya herida se retiró [...]. Acto contínuo tomó el estoque Redondo, y lo mató de dos pases al natural, y uno de pecho, saliendo en todos con piernas, de una muy buena recibiendo, lo que le valió infinidad de aplausos. (Revista El Clarín).
 
  La evolución de la herida fue bastante azarosa. El Clarín se ocupó de hacer un auténtico seguimiento del paciente, y así, en forma de última hora ese mismo número recoge que: "Antes de anoche la pasó muy mala Francisco Montes: a las doce fue preciso sangrarlo, y hasta las ocho de la de ayer tenía más bajo el pulso, y la fiebre era menos violenta. La herida seguía su curso  natural: otra le ha sido descubierta, por encima del tobillo. Se le prodigan todos los cuidados posibles, y no lo abandonan un momento sus numerosos amigos".
 
  Precisamente porque es valiente y sereno en el peligro, precisamente porque atesora la inteligencia de los más celebérrimos toreros de la antigüedad, precisamente porque en el concepto de los conocedores aventaja a todos ellos, se ve en la necesidad de tener que sostener a todo trance esta reputación colosal, y en todas las carreras del mundo no siempre está el hombre del mismo temple. Además, Montes lleva ya medio siglo debajo de la coletilla, es decir 25 años en cada pantorrilla, que no deja de ser gran estorbo para correr, y es sabido que su vista está muy lejos de ser de lince. Todas estas circunstancias unidas a que suele haber a veces toros tan malos que ningún caso hacen de la muleta y solo se dirigen al bulto, y que para estos bichos más sirve la ligereza que el saber, hacen que el mejor diestro se vea muchas veces en el compromiso de apelar a una desordenada fuga, y aun tomar el olivo si tan grave es el aprieto. El público premia siempre semejantes lances con una silba; pero generalmente suelen decir los espadas: "Una silba no duele tanto como una cornáa" Esto se dice; pero no cuando se tiene una reputación como la de Montes. Por esto se le ve siempre impávido sin huir jamás, sin tomar nunca el olivo. He aquí porque creemos que en todas las corridas está Montes en inminente peligro. (Ayguals de Izco, testigo de su reaparición y fatal cogida).
 
  A ello habremos de sumar el abuso que Montes hacía del alcohol, en concreto, según algunos de sus contemporáneos, del aguardiente. Siempre se ha dicho y mantenido que lo hacía para olvidar su posible fracaso matrimonial, pero nada hay seguro de ello. Su mujer, Ramona de Alba, eso sí, para dar más correa al asunto, acabaría casándose cinco años más tarde con el picador Francisco Puerto. ¿Pudo ello tener un antecedente que amargara los tiempos finales de Paquiro? Pudo ser porque de ello siempre, e incluso sus contemporáneos decían... callando. Sólo veladas alusiones, pero a todas luces bien dirigidas, nos indican ese triste camino. En todo caso, lo que es un hecho cierto es que a Montes se le vio muchas veces abusar de los licores, y que más de una vez se le veía resacoso o incluso bebido en algún festejo, sobreponiéndose en base a sus facultades físicas pero sobre todo intelectuales en el toreo.
 
  Paquiro se retiró a su patria natal, Chiclana, en septiembre, y fallecería allá tan solo unos meses más tarde, el día 4 de abril de 1851, sin haberse recuperado por completo de las consecuencias de la cogida. Murió de lo que en la partida de entierro se denominaron unas "calenturas malignas", fiebres sin filiar que no le habían abandonado en este último período de su vida, y que quizás estuviesen motivadas por infecciones contraídas durante la cogida, o por el mal estilo de vida que Montes llevó durante sus últimos años de existencia.

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