martes, 26 de junio de 2012

Casta de toreros





 En el periódico ABC del día 4 de febrero de 1962, Antonio Díaz-Cañabate escribe esta bonita anécdota sobre el grandioso matador de toros Salvador Sánchez, Frascuelo.


  El toro "Finito"

  Mañanita del 4 de mayo de 1878. Por los prados de la dehesa de La Muñoza, a orillas del Jarama corren caballos y toros. Se está celebrando el apartado de una corrida que se lidiará en la plaza de Madrid a los dos días. Uno de los caballistas es Frascuelo. El famoso torero viste con primor, con lujo. Relucen brillantes en la pechera de su camisola rizada. Se toca con calañés que acentúa el color cetrino de su rostro. La corrida pertenece al ganadero don Juan Antonio Adalid. Un toro de nombre "Finito", muestra desde los primeros momentos de la operación su díscolo carácter. Se niega a seguir a los bueyes. Se encampana con aire de reto cuando se le enfrenta un vaquero. Frascuelo grita como antes gritaban los matadores en el ruedo, cuando no existían las madrigueras de los burladeros. "¡Dejarme solo con él!" Se retiran los mayorales, Frascuelo monta un soberbio caballo tordo, vivo, ligero, obediente al mando del jinete. Va armado de un garrochón de buen palo de majagua. Pasito a paso se acerca al toro. "¡Mira, toro; eh, toro; toro, eh!" "Finito" cabecea desafiante. No se mueve. Espera los acontecimientos. Frascuelo, como caballero cabal, comunica al caballo su arrojo. Ya está a unos pasos del toro. Alarga la garrocha y su punta le toca en el hocico. Como una centella se arranca el toro. Frascuelo lo tenía previsto. ¡Prados de la Muñoza, cielo de Castilla, vosotros vísteis el portento de la gallardía con que el torero a caballo quebró la arremetida del toro, que ya creía segura su presa! Su furiosa cornada se perdió en el aire. Se revolvió en un palmo de terreno, cerró contra el caballo, que le esperaba tenso, pronto a salir al galope hacia el rodeo. Allá van en precipitada carrera, pero el toro no se detiene atraído por el imán del cencerro de los cabestros. Sigue en persecución del caballo. Un caballo corre más que un toro, pero "Finito" era más veloz que el tordo de Frascuelo. Este se ve apurado, siente que el toro va a darle alcance de un momento a otro. Está cerca del río. En él ve su salvación. Y no lo duda. Entra en el poco caudaloso Jarama. Y el toro detrás. El obstáculo de la corriente casi inmoviliza al caballo. A "Finito" no le intimida el agua. En su ojos relumbra la seguridad de su triunfo. Y en un esfuerzo, que pudiéramos decir sobre-animal, cornea al caballo en el vientre y lo derriba. Y menos mal que Frascuelo sale despedido por las orejas y puede perderse aguas adentro del río. "Finito" lo desprecia, retrocede y, fatigado por su hazaña, se entrega a los vaqueros, que se hacen con él. Frascuelo llega a la orilla hecho una lástima. Su calañés navega Jarama abajo. Uno de los brillantes de su camisola descansó en el légamo como un lucero caído. Se dirige Salvador al mayoral de Adalid y rabioso le dice: "Ese "malange", el "Finito" ése, que me lo echen en primer lugar". Y "Finito" como casi todos los toros revoltosos en el campo, salió manso en el ruedo. No le valió su mansedumbre. Rodó, muerto, de un volapié frascuelino. El volapié que, según confesión de Frascuelo, había propinado en toda su vida torera con más coraje, con más ansias de matar.

Antonio Díaz-Cañabate.
 

viernes, 22 de junio de 2012

Fenómenos paranormales


Álvaro Núñez Benjumea explicando sus teorías ganaderas a los aficionados en tertulia celebrada por la Asociación el Toro de Madrid el día 4 de febrero de 2010 (queda suspendido el "don" hasta que presente un encierro en Madrid como Dios manda)

 

  Aún hoy un servidor de ustedes le sigue dando vueltas y no se explica cómo es que la torada de Núñez del Cuvillo, tan alabada y endiosada en los últimos tiempos por profesionales del mundo del toro (no tanto por esos tipos extraños llamados aficionados), paradigma del toreo posmoderno que unos aciertan a comprender y otros no tanto, haya protagonizado una serie de hechos tan vergonzosos que nada tienen que ver con una ganadería de tanto prestigio como se pregona, no sólo en este último San Isidro, sino en las últimas dos temporadas.

  Cómo es posible que Álvaro, propietario de una vacada que cuenta con 800 vacas madres, repito, ochocientas vacas madres, según dijo en la tertulia aludida que yo mismo pude presenciar, cómo es posible, decía, que este gachó no sea capaz de presentar doce bichos que satisfagan las demandas del aficionado venteño, es decir, unos toros con cara de toro, expresión de toro y hechuras de toro. Para mayor afrenta, les cuento lo más sangrante porque según dejó caer uno de los empresarios de Madrid, Manuel Martínez Erice, en tertulia desarrollada el 8 de marzo del presente, organizada por la Asociación el Toro de Madrid, sólo hay un ganadero que había subido sus emolumentos en 30.000 euros por corrida, uno que iba a comparecer dos tardes en el ciclo primaveral, y hasta ahí podía leer porque el señor Martínez Erice no quería dejar más pistas. Ya me dirán ustedes qué ganadero estaba anunciado dos tardes en la maratón de primavera que se celebra en Las Ventas. Estas frases tan jugosas las escuchó el que les cuenta esta historia con estos apéndices auriculares tan generosos que la naturaleza me ha dotado. 

  Lo dicho, con estas referencias y haciendo un repaso de las tardes que la ganadería de Núñez del Cuvillo ha sido anunciada estas dos últimas temporadas, dos de ellas en las que tuvo que ser remendada con una pareja de toros, una en la que dos animales fueron devueltos,  y todas ellas tras un trasiego constante de camiones de ganado se vieron ejemplares con expresión de novillo y cuerpo de novillo protestados por el público. A ver si alguien me puede explicar a que se debe un desaguisado de tal magnitud por dos años consecutivos cuando Álvaro dijo en 2011 que tan lamentables hechos no se volverían a producir, con una factoría de toros en el campo de todos los colores y tamaños, siendo además el ganadero (?) mejor retribuido de todo el ciclo isidril.

  No entro a valorar el juego de los animales y el comportamiento que Álvaro busca en sus toros, son suyos, que cada uno haga en su casa lo que quiera, pero si viene a Madrid con un presunto título de excelencia ganadera que lo demuestre con unos encierros de irreprochable lámina y trapío, y que no se persone con esas inmundicias bovinas que nos ha presentado estos años, un ridículo que cualquier ganadero auténtico sería incapaz de protagonizar bajo ningún concepto, es más, algún  ganadero antiguo como don Faustino Udaeta (este sí, ganadero con todas las letras) mandó su célebre vacada al matadero al ver el juego manso de sus toros en una corrida de gran expectación que estoquearon el 13 de mayo de 1894 nada más y nada menos que Espartero, Guerrita y Reverte. Apuesto que a don Faustino ni se le pasaba por la cabeza presentar un encierro en Madrid que no infundiera pavor en el público con su sola presencia. Que tome nota tanto criador de toros cobardes que hemos visto este San Isidro y alguno que ni siquiera es capaz de presentar seis toros con toda la barba.

  Añadir que la anécdota acerca de don Faustino Udaeta va en honor de mi amigo Luismi, gran aficionado a toros, que siempre me la ha contado con fascinación. 


miércoles, 20 de junio de 2012

Diccionario taurino: las voces




  Vocear: El placer de algunos aficionados en cuanto se hallan en la plaza. Hay voceadores de gracia, y bueno es consignar algunos golpes de sombra oídos en la plaza:
  Un día estaba brindando un espada, y exclamó desde un tendido cierto sujeto:
  - Que haiga arte.
  Un aficionado conocido, replicó:
  - Y que haiga gramática.
  Otro aficionado, que todo Madrid conoce, presenciando una corrida de Veragua, en que por lo malo ningún toro parecía de la casta, dejó a grito herido:
  - ¡Señor duque! ¡cuidado con las vacas que deben ser infieles!
  Todo el mundo recuerda que en otra tarde, después de haber alcanzado el Gordo muchas palmas, pareando en la silla, tuvo que matar un toro de sentido. En uno de los pases fue trompicado, perdió la muleta, la montera, las zapatillas y se le desató la faja.
  - Ahora zaque uzté er catre, exclamó un espectador.
  Al lado de los que tienen gracia hay otros que vocean sin sombra. Estos son los que dicen ¡el caballo! ¡el caballo! cuando un diestro corre en derredor de un penco muerto; y los que exclaman ¡ahora! cuando les parece que el toro está cuadrado, y los que llevan un bocina para decir: ¡buenas tardes, Fulano!
  Hay otros que desatan en injurias contra los toreros.
  Cuando uno dice de un picador:
  - ¡A la cárcel!
  No falta otro que diga en seguida:
  - ¡A presidio!
  Y aún hay un tercero que añade:
  - ¡Al patíbulo!
  Al ciudadano que tenga la desgracia de tener a su lado un aficionado que grita sin gracia y que cree que la tiene, le recomiendo que deje de asistir al espectáculo.
  Es preferible no ver toros a oír barbaridades.
  Hay guasones que estarían muy bien embolados, en el redondel, y entregados al pueblo.

 
Texto extraído del libro "Diccionario cómico taurino escrito para los diestros que lo necesiten (que son muchos)", de Paco Media-Luna, publicado en el año 1883

La fotografía, como otras tantas que muestro en este blog, ha sido hurtada del blog de Manon